¿Qué es una marcha clásica?
- David Macías
- 22 may 2015
- 3 Min. de lectura

La primera pregunta que me hago es si verdaderamente sabemos o no lo qué es una marcha clásica. Si hablamos de este género es inevitable mencionar al maestro Alberto Escámez y al compositor Pascual Zueco, y a la Banda de Cornetas y Tambores del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga o la Banda de la Policía Armada de Sevilla. Pero una vez citados por obligado protocolo cumplimiento, en lo que me gustaría centrarme es en la primera pregunta que lanzaba al comenzar este artículo. ¿Sabemos qué es una marcha clásica? O dicho de otra forma, ¿qué tiene que tener una marcha para que sea considerada clásica?
Para mí, y como digo siempre, sin ánimo de sentar cátedra, una marcha clásica es aquella que se corresponde con un periodo de la historia, simple y llanamente. La siguiente pregunta que hay que contestar llegado a este punto es, ¿qué época es esa? Y aquí si podríamos entrar en debate. Nuevamente aporto mi opinión. Aunque la primera banda, citada anteriormente y conocida popularmente como la de los Bomberos de Málaga, no se funda hasta 1911, no es hasta 1922 donde aparece o al menos tenemos constancia de las primeras partituras, se trataría de la marcha “Nuestra Señora de la Consolación y Lágrimas” conocida después como “Consolación y Lágrimas”. Entiendo por tanto que podemos tomar como punto de partida los años 20. Ahora bien, y aquí vienen los diferentes puntos de vistas, ¿hasta dónde abarca ese periodo? Yo tomaría como referencia la creación de bandas tan importantes en el panorama musical cofrade con Las Cigarreras, Tres Caídas de Triana y el Sol como el punto de inflexión donde las marchas dejaron de ser clásicas rompiendo los esquemas que tradicionalmente habían mantenido a lo largo de medio siglo de existencia.
Quedaría por tanto dentro de periodo de “marchas clásicas” obras como la ya mencionada “Consolación y Lágrimas” de 1922, “La Milagrosa” de 1923, “La Soledad” de 1925, “Evocación” de ese mismo año, “La Expiración” de 1926, o “Cristo del Amor” de 1944, todas ellas de Alberto Escámez. Por supuesto, no podemos olvidarnos de un compositor como Pascual Zuecos, autor entre otras, de una de las marchas más importantes de la Semana santa, “Soledad de San Pablo” de 1951 o “La Esperanza” obra del mismo año. Ni podemos dejar fuera de este periodo al autor Ramón Montoya, alumno de los dos anteriores en cuanto a estilo compositivo se refiere, con obras como “Cristo del Humilladero” de 1946, “El Cachorro” de 1947, y “La Lanzada” de este mismo año.
Este es para mí, el verdadero estilo clásico, más allá de estas fechas nos situamos en un periodo de transición musical. Terminado este periodo se abre otro algo incierto donde la música cofrade empieza a evolucionar. Aquí entraría marchas que sin ser clásicas, por su marcado peso histórico y por estar cercanas en el tiempo siendo casi coetáneas, denomino “marchas que son un clásico. Entre las cuales destacan “Requiem” de 1986 o “¡Y Tú, Estrella!” de 1987, de Bienvenido Puelles, “Amor de Madre” de 1981 o “Pasión, Muerte y Resurrección” de 1992, de Francisco Javier González Ríos, y “Conversión del Buen Ladrón” de 1987 o “Silencio Blanco” de 1988, de Julio Vera. En este periodo “pos-clásico” podríamos citar a muchos otros autores, es donde la música cofrade se hace puramente sevillana. Así tenemos por ejemplo a Manuel Esteban o Francisco Japón.
Pero como decía al principio. Podríamos atender a la hora de definir que es una marcha clásica a una cuestión de forma y no de época. En ese caso, y tomando siempre como referencia los inicios, nos encontramos con marchas, con estructuras simples, melodías cuadradas en frases de 4 compases, y con armonías basadas en los 3 grados fundamentales de la escala, tónica, dominante y subdominante. Atendiendo a una polifonía de 4 voces incluyendo la melodía por lo que solo existía el acorde de triada, es decir, ausencia total de séptimas, novenas, etc. En este sentido, las marchas clásicas que son interpretadas hoy en día con otra instrumentación han dejado en su esencia de serlo. Por lo tanto prefiero acogerme a que es a la época y no a la estructura/forma de la obra lo que determina que una marcha sea clásica o no. Ya conocéis el dicho, “…lo clásico nunca pasa de moda…”, a lo que añado, “…pero tiene que adaptarse…”
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